domingo, 9 de septiembre de 2007

HENRY LEE



En el viejo acantilado con la única compañía de mi sombra y su nombre en la cabeza, Henry Lee, Henry Lee quédate toda la noche conmigo, no encontrarás en todo este maldito mundo una chica que se compare conmigo, la, la, la, la, Henry Lee, quédate conmigo. Y el pequeño Henry Lee se quedó conmigo en la vieja cabaña del bosque, brindamos con vino rojo como la sangre, bailamos canciones alegres a la luz de la chimenea hasta que su cabeza mareada de vino y amor fue a descansar sobre la almohada. Qué bella criatura Henry Lee, respirando tranquilo y confiado sobre mi lecho, pestañas rizadas y durmientes, pero tuve que hacerlo: "todo lo bello, debe morir". Fue fácil, el cuchillo más afilado traspasando el corazón y Henry Lee dulcemente dejó de respirar. Tuve que hacerlo. El viejo acantilado conoce mi secreto y en las tardes tristes de Domingo subo por el desfiladero y dejo una rosa donde descansa el bello Henry Lee.

(Provocado por Nick Cave y Henry Lee de Murder Ballads)

domingo, 2 de septiembre de 2007

LOS FAROS


Me gustan los faros. No me siento nada especial por este nuevo descubrimiento de mi afición hacia esos objetos fálicos y solitarios. Sé que hay libros de faros, fotos de faros, cuadros de faros, excursiones a faros, foros de amantes de los faros ... En fin, que no estamos solos en el mundo, ni he descubierto nada nuevo bajo el sol. Me fascina contemplarlos y fotografiarlos, imaginar qué debían sentir sus antiguos moradores, cuando el progreso y la ciencia no habían desalojado de esos torreones desafiantes al hombre y todavía era necesario un ser vivo que cuidase de que su luz alumbrase siempre a los marineros que regresaban a puerto. Qué tal debían sentirse ahí dentro esos hombres solitarios. ¿Sentirían frío en las noches de viento? ¿Tendrían miedo de los mil y un sonidos que la soledad y el aislamiento proyectaban hacia ellos? ¿Serían hombres heridos huyendo de un pasado tan terrible que hacía imposible la vida en sociedad? ¿Quizá viejos lobos de mar acostumbrados a la única compañía del humo de una buena pipa y el rumor del oleaje? Me gustan los faros.

miércoles, 24 de enero de 2007

NINFA


Atrapada. Atrapada entre lianas correosas que se pegan a mi piel y no me dejan moverme. Nado en un cenagal de aguas turbias, ciega y muda. Intento gritar. Mis labios se mueven, pero de mi garganta no sale la voz. Una bocanada de lodo maloliente atora mi boca y no me deja respirar. Mis manos se agitan desesperadas y chocan contra un muro duro y opaco. Las piernas patalean sin sentido y sangran las plantas de los pies contra la dureza del suelo. Intento girar la cabeza, pero mi cabello se enreda en una maraña de peces muertos y líquenes. El corazón se desboca y cada vez me cuesta más respirar. Pronto la última partida de oxígeno dejará de circular por mis venas. El lado izquierdo del pecho me duele, quema, parece a punto de estallar. El último intento, la última bocanada de lodo en la garganta. Un dolor insoportable, algo roto en mil pedazos por dentro. Un chasquido final.
Y luego poco a poco el dolor desaparece. Las aguas se vuelven más claras y la luz del sol se abre paso entre ellas acariciándome levemente la piel. Muevo las piernas y floto suavemente entre peces de colores brillantes. Los nenúfares de la superficie vienen a reunirse conmigo y se enredan en mi cabello formando una olorosa corona. Intento escuchar el latido de mi corazón, pero sólo oigo el murmullo de las aguas. Ya no se me agita el pecho bajo el vestido ni invade el oxígeno mis fosas nasales. Abro los ojos y veo el cielo estival a través de la cortina ondulante de agua clara. Sonrío y una rana que pasa saltando entre nenúfares me saluda con mucha prisa. Empiezo a oír las vocecitas cantarinas de los peces y la respiración pausada de los corales. El agua me lame las plantas de los pies y cura las heridas. Floto libremente. Floto. Libre.

viernes, 19 de enero de 2007

Espero


Hoy me invade una lenta pereza deliciosa y sensual. Me recorre la nuca, la espina dorsal, el centro de Venus y va a parar a las puntas de mis pies. Me calzo mis zapatos rojos de fiesta y salgo a bailar sobre los tejados. Recorro los horas somnolientas de la tarde y tomo asiento sobre las baldosas de la madrugada mientras espero, espero, espero y vuelvo a esperar. Soy animal depredador, fiera agazapada a la espera de su única presa. Soy sed, soy hambre, soy prisa, soy bocado sangriento a tus labios húmedos de tanto besar. Soy rastro de sal, sudor y saliva que apura tu boca. Soy beso, soy herida abierta y palpitante en tu sexo punzante. Mientras espero, espero y vuelvo a esperar.

lunes, 15 de enero de 2007

La rata


Tengo una rata en casa. Mi novio la encontró abandonada en un sótano y la recogió. Ahora se la posa en el hombro mientras compone canciones con la guitarra. La rata me mira desde su atalaya moviendo su largo rabo al son de la guitarra y le dice cosas al oído. Cada día que pasa va ganando posiciones. Ayer cuando llegué a casa la encontré tumbada en el sofá con el mando de la tele al lado. Estaba viendo un programa de cocina mientras se relamía. Me acerqué y le intenté coger el mando para cambiar de canal, pero me miró con odio desde sus pequeños ojos rojos y me lanzó un chillido amenazador. Retiré la mano con una mezcla de miedo y repulsión palpitándome en las sienes. Tuve que encerrarme en el lavabo para escapar de su largo rabo y su pelaje grisáceo teñido de las inmudicias que devora. Cuando llegó mi novio horas más tarde, salí asustada del lavabo y me abracé a él. Le expliqué entre sollozos lo que me había hecho el repulsivo monstruo, pero él no me creyó. Entre risas y caricias me llevó al comedor para mostrarme mi error. El taimado bicho había saltado a la caja de cartón donde la guardamos y fingía roncar a pierna suelta apaciblemente. Más tarde pasó a su hombro mientras él componía con la guitarra.
Yo la miro desde lejos y observo cada uno de sus movimientos. En cualquier momento bajará la guardia y cometerá un fallo fatal. Oso y yo estamos urdiendo un plan y pronto la rata ya no estará con nosotros.

viernes, 12 de enero de 2007

Oso se hace mayor




Oso y yo hemos hecho las paces. Fue anoche. Estábamos en el sofá, él viendo la gala de OT y yo leyendo una revista, cada uno en un extremo. Habíamos cenado en silencio, con la vista baja, cada uno concentrado en su plato. Me levanté para ir al lavabo y cuando volví al comedor sentí frío, cogí la manta polar del sofá y me arropé con ella. Oso tironeó un poco de la manta y se tapó también. Me miró en silencio y una de sus patitas de felpa rosada me rozó un pie y me hizo cosquillas. Me reí sin poder evitarlo.
Ahora lo miro, mientras se acurruca junto a mi pecho como ha hecho siempre. Sus costuras están un poco gastadas tras tantos lavados, sus ojos parecen más abultados y pequeños. Y una pequeña calva le asoma en la oreja derecha, la que roza conmigo cuando dormimos. Sé que un día algún brazo o alguna pata se le caerá y tendré que cosérsela. Quizá pierda algún ojo en alguna batalla contra la lavadora. Ninguno de los dos queremos admitirlo, pero Oso se hace mayor. De momento, su naricita rozada sigue en buena forma.

miércoles, 10 de enero de 2007

Primavera en Enero



Hace un tiempo primaveral sofocante y preferiría estar en Alaska haciendo muñecos de nieve. A parte de que los casquetes polares se van a deshacer irremediablemente y seguramente acabaremos todos anegados en un tsunami gigante. El tiempo ya no es que esté loco. Directamente se ha convertido en un psicópata que juega con nuestros sentimientos. Todo el mundo por aquí está moqueando, tosiendo y estornudando, por culpa del síndrome “qué me pongo para salir a la calle”. Mis compañeros y compañeras de trabajo acaban componiendo con sus modelitos un catálogo estacional de lo más variopinto. Ni en El Corte Inglés sacan la ropa de verano a los escaparates tan pronto, ni tampoco se atreven a vendernos jerséis dignos de un destierro en Siberia para lucir en Barcelona que, no nos engañemos, es una ciudad mediterránea que cada vez empieza a ser más una ciudad tropical. Ellas se pasean por la oficina hombros al aire, enfundadas en jerséis de angora, de cuello alto, pero sin mangas. Ellos, los que pueden prescindir del traje y corbata, lucen sus brazos macilentos con camisetas de manga corta de colores que no ofendan al presidente de la compañía. Sólo dos o tres chicas embarazadas han decidido desafiar a esta Primavera de Enero y lucen cada día creaciones de pura lana virgen que abriguen a sus futuros retoños. El resto entre toses y estornudos se levanta cada día con una duda existencial en la cabeza. La cuestión ya no es si llegaré a fin de mes con este sueldo de mil eurista que tengo, ni por qué tengo que ir a comer cada Domingo a casa de los suegros, si no “qué cojones me pongo yo para salir a la calle”.